Mario Giacomelli
Para Revista Magisterio
Financiada sin escatimar recursos por la plataforma de Netflix, “Pinocho de Guillermo del Toro” es una producción muy ambiciosa, elaborada mediante la técnica de animación cuadro por cuadro (stop-motion). Ofrece una preciosa, aunque imperfecta relectura del célebre relato que el escritor italiano Carlo Collodi publicó en 1883, sobre un títere de madera que cobra vida por acto de magia y sueña con ser un niño de verdad.
El libro es todo un clásico de literatura infantil; y ha sido llevado a las pantallas de cine y televisión en docenas de oportunidades, entre 1911 y 2022. El referente principal, sigue siendo el entrañable largometraje animado que Walt Disney produjo en 1940.
La propuesta de Netflix se aparta de todas las anteriores a partir del título, que incorpora el nombre del director Guillermo del Toro. Efectivamente, se trata de una adaptación libre y personal, que lleva en cada encuadre el sello inconfundible de su autor. El gran cineasta mexicano, ganador del premio Oscar por “La forma del agua” (2017), aporta modificaciones significativas a la novela y la moldea según su propia sensibilidad, ampliando sus temas y convirtiéndola en una tocante metáfora existencialista.
Matiz reflexivo
Un extenso prólogo de diez minutos, describe el pasado del maestro Geppetto, carpintero viudo quien quedó destrozado de dolor tras la muerte de su querido hijo Carlo, víctima de un bombardeo en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Este triste antecedente no está en el texto original y aporta un matiz reflexivo, melancólico, explorando con tacto asuntos complejos como la mortalidad del ser humano y la elaboración del luto. Ello queda reforzado en el vibrante epílogo, que tampoco se encuentra en las páginas de Collodi.
A grandes rasgos, la estructura narrativa se mantiene igual. Ilustra las aventuras -y desventuras- de Pinocho, mientras sale al descubrimiento del mundo que lo rodea: entre bromas y travesuras, el avispado muñeco miente, comete errores y va aprendiendo duras lecciones que lo ayudan a madurar.
El cambio de época enriquece el conjunto, pues lo enmarca en un contexto histórico preciso – Italia durante el régimen fascista – donde la inocente rebeldía del pequeño protagonista asume una connotación diferente y positiva, de rechazo a los abusos del totalitarismo.
Pasión genuina y dedicación
Debido a su propia naturaleza oscura y sombría, más cercana al terror gótico que a los cuentos de hadas, la película de Guillermo del Toro defrauda quizá las expectativas del público masivo: no se deja disfrutar a la ligera, como simple pasatiempo para grandes y chicos. Y al final de cuentas, no resulta tan emotiva como se podría esperar. Aún así, es una obra inspirada, hecha con pasión genuina y mucha dedicación, siguiendo criterios artesanales. Deslumbra en cada detalle de puesta en escena y realización formal.
La hermosa partitura incidental, compuesta por el maestro francés Alexandre Desplat, redondea finamente las imágenes y resalta su fuerza evocadora. Por otro lado, las breves canciones que se escuchan en la banda sonora resultan tan agradables como innecesarias, ostentando un estilo de comedia musical que no siempre encaja con el tono apesadumbrado de la trama.
Admirable por su originalidad y esmero, “Pinocho de Guillermo del Toro” retoma una historia harto conocida y la reiventa de manera imaginativa, concretando una experiencia para atesorar.
Pinocho de Guillermo del Toro
(Guillermo del Toro’s Pinocchio)
Dirección: Guillermo del Toro y Mark Gustafson.
Guión: Guillermo del Toro y Patrick McHale, de la novela de Carlo Collodi.
Duración: 117 minutos.
Origen: México-Francia-EE.UU. 2022.
Género: Animación.
Calificación: Todo público.